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En marzo de 2013, el mundo presenció un hecho sin precedentes en la historia de la Iglesia Católica: por primera vez, un Papa provenía de América Latina. Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, fue elegido Sumo Pontífice y asumió el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asís. Su elección marcó un antes y un después no solo en la institución eclesial, sino también en la manera en que el papado se conecta con el mundo moderno.

Francisco no solo fue el primer Papa argentino, sino también el primero jesuita y el primero en elegir un nombre inspirado en el santo de la humildad, la pobreza y el amor por la naturaleza. Desde su aparición en el balcón de San Pedro, con un simple “Buenas noches”, dejó entrever el estilo que lo caracterizaría: cercano, austero y profundamente humano.
Nacido en Buenos Aires en 1936, hijo de inmigrantes italianos, Bergoglio se formó como técnico químico antes de ingresar al seminario. Fue ordenado sacerdote en 1969 y, con el tiempo, se convirtió en una figura clave dentro de la Iglesia argentina, conocida por su compromiso con los pobres y su postura crítica frente a ciertas estructuras del poder eclesial.

Como Papa, impulsó una serie de reformas en el Vaticano y una apertura hacia temáticas antes poco abordadas, como el cambio climático, la desigualdad, la corrupción y la situación de los migrantes. En lo doctrinal, Francisco mantuvo la tradición, pero promovió una Iglesia “en salida”, más preocupada por el acompañamiento pastoral que por la condena.
Sus gestos, como lavar los pies de presos o visitar zonas de guerra y pobreza extrema, reforzaron su imagen de pastor del pueblo. Al mismo tiempo, su pontificado no estuvo exento de críticas y tensiones internas, especialmente por parte de sectores más conservadores dentro de la Iglesia.
A más de una década de su elección, el Papa Francisco dejó una huella profunda en millones de personas alrededor del mundo. Para creyentes y no creyentes, su figura representa una voz moral en tiempos de crisis y un símbolo de cambio en una institución milenaria que busca renovarse sin perder su esencia.